martes, 23 de junio de 2009



Transformación del cerro Nutibara [editar]

Después de que se le hiciera el cambio de nombre, en 1930, el Municipio autorizó a la Sociedad de Mejoras Públicas para que trabajara en la elaboración de diseños y planos para la construcción de un parque recreativo en el cerro, propuestas que debían ser presentadas y aprobadas por el Concejo.

Para el año de 1939 se aprobó el plano "Nutibara Futuro", que incluía el trazado y construcción de vías internas y externas para facilitar el acceso, glorietas, kioscos, siembra de árboles, parqueadero, lago, cascadas, puentes rústicos, senderos peatonales, miradores y un restaurante en su cima.
Ladera norte del Cerro Nutibara.

Fue así como para el mes de agosto de ese año, ya se habían sembrado los primeros 510 árboles, frente a los 60 mil que soñaba con sembrar don Ricardo Olano. En este año también se comenzó la construcción de la primera carretera que se convirtió en la principal, cuya entrada se hizo por la calle 30A, vía que fue iluminada por la Empresa de Energía Eléctrica en el año de 1955.

Dentro de esta serie de trabajos que realizó la SMP en compañía con el Municipio de Medellín, se cuenta la construcción del primer tanque de agua, entre los años de 1940 y 1943, con el fin de surtir de agua al cerro.

Para el año de 1951 el Municipio decidió entregarle el cerro en comodato a la Sociedad de Mejoras Públicas, que en adelante se encargaría de su administración y de las obras destinadas a la construcción de un parque o paseo público. Aunque en el mes de octubre de ese mismo año se inauguró el primer restaurante, obra que fue adelantada con la colaboración del municipio, dieciséis años después, en 1967, el Alcalde de ese momento solicitó a la Personería cancelar el contrato con la SMP, por su incumplimiento, es decir, para la fecha, la Sociedad no había iniciado las obras de construcción del parque público. Desde entonces, el cerro ha sido manejado por el Municipio de Medellín.

Desde 1930, la Sociedad de Mejoras Públicas trató de diseñar un parque público para hacer del Cerro Nutibara un atractivo turístico y distintivo de la ciudad. Solo hasta 1975, con motivo del tricentenario de Medellín, el Instituto de Crédito Territorial, el SENA y el Banco Central Hipotecario decidieron unirse para financiar la construcción de un pueblito antioqueño con todas las características tradicionales.
Ladera oriental del Cerro Nutibara.

Como toda gran obra, el Pueblito Paisa tuvo también un acontecimiento que marcó su inspiración y que años después se materializaría. Este hecho tuvo lugar en el año de 1969, cuando la Fábrica de Licores de Antioquia, realizó una exposición de flores a la que llamó "Pueblito en flor". Su escenografía se basó en la construcción de una réplica de pueblo antioqueño, con calles y plaza principal, en el que se expusieron las flores de la temporada. En un comienzo, las autoridades pensaron en comprar aquella escenografía que había sido realizada por el club de jardinería, sin embargo, la inconsistencia de los materiales, pues habían sido sólo fachadas falsamente unidas, no permitieron concretar ningún negocio.

Sin embargo, la idea se había gestado y en adelante los esfuerzos estuvieron enfocados a su realización. Al cabo de dos años el municipio sacó a licitación la elaboración de los planos para la construcción de una réplica de pueblo en la cima del cerro Nutibara, concurso que fue declarado desierto en dos oportunidades.

Entre tanto, en el año de 1974, se procedió con la construcción del restaurante-Mirador, que estuvo a cargo de la firma I. y L.H. Forero, sitio en donde actualmente funciona el restaurante en el primer piso y la galería en el segundo. Una vez terminadas las obras, el Mirador le fue entregado a un particular en calidad de arrendamiento con la condición de que éste adelantara, entre otras, las obras del típico pueblo antioqueño.
Alumbrados navideños en el Cerro Nutibara.

Al año siguiente, con motivo de la celebración del tricentenario de Medellín, el entonces gerente general del Instituto de Crédito Territorial, Pedro Javier Soto Sierra, le transmitió la iniciativa al arquitecto Julián Sierra Mejía, quien en adelante se apropiaría del proyecto y lo concretaría con unos planos y diseños que fueron trabajados de la mano con Planeación Municipal y la Junta de Educación, Cultura y Recreación del Municipio. Entre las primeras cosas que se acordaron fue la de dividir el proyecto en zonas: una urbana y otra rural.

El señor Soto Sierra, quien a la vez hacía parte de las Juntas Directivas del Sena y Banco Central Hipotecario, impulsó la financiación de la parte urbana del proyecto recogiendo $1.500.000 pesos, que fueron aportados por estas tres instituciones, mientras que el particular -(que tenía en arriendo el Mirador), se encargaría de la zona rural, que abarcaba la construcción de la continuación de la "calle Real", la tienda caminera con su correspondiente trastienda y cocina típica, un trapiche, un establo y una herrería, las que serían destinadas a la venta de comida típica, complementada con un cafetal, cañaduzal y platanal. Sin embargo, el particular nunca cumplió con las condiciones del contrato (las referentes a las obras que debía realizar), frustrando esta parte del proyecto, y después de enfrentar un largo y conflictivo proceso jurídico, la Administración recuperó el control sobre el cerro en el mes de abril de 1978.

CERRO NUTIBARA


El Cerro Nutibara es una pequeña formación montañosa ubicada en la ciudad colombiana de Medellín, en el centro geográfico del Valle de Aburrá, en la margen occidental del río Medellín, en medio de la zona urbana, y es uno de los pocos ecosistemas que se conservan en localidad.

En un principio, en la época de los conquistadores españoles, se llamó Morro de Marcela de la Parra y luego Morro de los Cadavides; finalmente se rebautizó con el nombre de Cerro Nutibara, que perdura hasta hoy.

Con sus 33 ha de extensión y ochenta metros de altura sobre el nivel de la ciudad,[1] ofrece una importante panorámica sobre toda la urbe.

Está delimitado por el Norte con la calle 32D y la Avenida 33; por el occidente con la carrera 65; por el sur con la calle 30A y por el Oriente con el puente que une la Avenida del Ferrocarril con la Avenida Guayabal.

En su cima se encuentra el Pueblito Paisa, una alegoría a los municipios de la Región Paisa construido en 1977. También se encuentra el Teatro al Aire Libre “Carlos Vieco” con una capacidad de 3.800 espectadores,[1] levantado en homenaje al compositor Carlos Vieco Ortiz. Y por último, también se encuentra allí el Parque de las Esculturas, creado en 1983,[1] el cual es una exposición permanente de esculturas elaboradas por once artistas nacionales e internacionales e instaladas en el entorno natural del cerro, y donde los visitantes pueden apreciar este arte en un corto recorrido por sus laderas.

miércoles, 10 de junio de 2009

HISTORIA DEL BARRIO NUTIBARA

ESTE TEXTO ES TOMADO DEL LIBRO DE JORGE MARIO ESCOBAR


NUTIBARA

En 1935 sólo existía dentro de los limites mencionados tres pequeños núcleos El Matadero, Tenche y el Manjurrio además de una finca de cierta consideración. En los núcleos de vivienda habitaban unas 400 personas que, a la postre, empezaron a ver crecer sus hijos que deseaban formar sus propios hogares y construir sus respectivas casas.

Algunos trabajadores del municipio, después de muchas luchas, consiguieron que 1937 la Administración Municipal empezara a adjudicar las primeras casas en el barrio Nutibara. Estas tierras eran tan inhóspitas, que a los primero habitantes les toco, poco menos que colonizarlas, pues eran muy similares a las selvas, llenas de plagas, lagunas infecciosas, a tal punto que la fiebre amarilla y el paludismo los atacaban frecuentemente. Carecían de acueducto, alcantarillado y redes de energía eléctrica. La primera manzana que se hizo fue la comprendida entre las calles 31 y la 30 A y las carreras 65 A y 65 B

Con esfuerzo y tenacidad fueron domando la tierra y creciendo poco a poco, y en 1940 unas 1125 personas habitaban en 225 casas ; había ganas de luchar por sobrevivir y en esa lucha surgían esperanzas, deseos de superación, aspiraciones y objetivos claros. Para alcanzar esos objetivos se unieron en un comité cívico. “En agosto de 1942 comenzó a organizarse y a laborar el centro cívico Nutibara. Sus primeros integrantes fueron: Juan López O. (presidente), José María Urquijo (vicepresidente), Elidino Durango R. (tesorero), Adán Ortiz (fiscal), Heriberto Agudelo (secretario), además eran del centro Cívico Carlos Cortés, William Giraldo, Luis Eduardo Calle, Jesús González, Jesús Hernández, Marco Tulio Londoño, Ricardo Mejía y los animaba como amigo Carlos Cañola (Martinete). Igualmente se nombró un comité femenino constituido por damas distinguidas del sector: Matilde Londoño, Rosario Posada, Resfa Restrepo, Esperanza y Filomena Urquijo, Dilia, Ana y Angela Ortíz, Concha de Lotero, Marta Cano, Gabriela Mesa y otras. El lema fue: “HIGIENE, EDUCACIÓN Y RELIGIÓN”. Su objetivo era buscar a toda costa el progreso del barrio, aunando personas, fuerzas vivas, recursos, capital, iniciativas ... Emprendieron sin mora a buscar las mejoras: Agua, luz, alcantarillado, calles, escuelas, iglesia, pavimentación y saneamiento” (1)
Los objetivos que se trazó este comité cívico eran muy claros y entre ellos se destacaban : Construir una capilla para el barrio, construir una escuela para niños y otra para niñas.
En 1943 se inició la construcción de la escuela Pedro Olarte Sañudo para comenzar labores con 4 grupos y 180 niños el 7 de febrero de 1944.
En 1949 inicia labores con 4 grupos la escuela de niñas que años después se llamó escuela Ayacucho.

Entre 1943 y 1951 se llevaron a cabo los tramites y la construcción del templo en un terreno donado por don Domingo Mesa. La construcción se inicio con un proyecto de capilla modesta pero se transformó, después de iniciado, en el monumental y hermoso templo que es hoy en día.

FÁTIMA

Lejos del barrio Nutibara, en otro lugar de la hermosa ciudad de Medellín, se veía nacer una cooperativa de empleados y obreros con la ilusión y la esperanza de conseguir vivienda. En el año de 1948 se funda la Cooperativa Habitaciones OCSA, que significa Organización Católica Social Arquidiocesana, fundada por iniciativa de la curia. Se inició con 35 socios que eran obreros y empleados de varias empresas antioqueñas. Recibió su Personería Jurídica el 4 de junio de 1948.

“La Ocsa inicia labores y su primer objetivo fue conseguir los terrenos para construir y para esa tarea se comisiona al gerente, doctor Gabriel Congote y al padre Enrique Hernández, coordinador de la Curia” (2). Después de mucho buscar encontraron que, en seguida del barrio Nutibara, había uno terreno con una extensión de 28.000 varas cuadradas (unos 19.564 metros cuadrados) de propiedad de doña Gabriela Mesa. Después de explicarle a la señora que los terrenos se destinarían a una obra social, se hizo la negociación a $ 1,92 la vara cuadrada.

Era menester ahora, pensar cómo se iban a financiar la elaboración de los planos y la construcción de la urbanización. Un ingeniero muy allegado a la Curia se ofreció para elaborar los planos en forma gratuita, sólo quedaba entonces, financian la urbanización de los terrenos.

Cuando todo parecía marchar sobre ruedas , apareció la nube gris. Personas influyentes de la sociedad y de la administración, que veían el futuro tan promisorio que tenían estos terrenos, por la cercanía que tenían con Medellín, trataron de convencer a las directivas de la cooperativa para que los cambiaran por otros situados en Santa Margarita. Esas personas aducían que estos terrenos tan buenos servían para construir casas para personas de más altos recursos y por consiguiente, las casas podían ser vendidas con una ganancia más elevada. Como la respuesta del gerente, ante tan desproporcionado cambio, fue negativa, entonces estas personas trataron de influir en el consejo de administración de la cooperativa para que se nombrara un gerente más allegado a la Andi, como la respuesta también fue negativa, ellos nombraron una junta paralela y se desplazaron a Bogotá y ofrecieron esos terrenos al Instituto de Crédito Territorial. que inmediatamente les aceptó la propuesta.

Cuando el doctor Congote se dió cuenta de la maniobra se desplazó a Bogotá con la documentación pertinente y con la autorización de ofrecer otros 120 lotes, diferentes a los destinados para los socios de la Cooperativa, al Instituto, las directivas de éste percatados de la legitimidad del doctor Congote y de la documentación que portaba, compraron esos 120 lotes urbanizados a $ 10 la vara cuadrada. Otra propuesta, que también fue aceptada por el Gerente del Instituto y avalada por el propio presidente de la república General Gustavo Rojas Pinilla, fue la de prestar $ 1’500.000 para la construcción de las casas con la condición de que los socios aceptaran firmar una hipoteca a favor del instituto con un plazo de 20 años.

Después de vencer todos esos obstáculos se llegó a la etapa de construcción para lo cual se abrió una licitación para construir 120 casas en tres tipos que se llamaron A,B y C que tenían en cuenta la capacidad de pago de los socios. A la licitación se presentaron varias firmas y fue ganada por Aedeco, que daba mejores garantías y precios muy ajustados.

Las casas fueron cotizadas de la siguiente forma tipo A $ 12.800; tipo B $10.400; tipo C $8.600. La firma constructora se comprometió a entregar las casas en 18 meses pero un crudo invierno obligó a ampliar el plazo a 24 meses.

Las casas fueron entregadas a sus adjudicatarios en julio de 1955 y casi inmediatamente se iniciaron los trasteos, algunos fuimos muy afortunados y sólo colaboramos llorando para que nos dieran tetero, nos cargaran o nos hicieran dormir, pero a quienes realmente les tocó el trasteo cuentan que debían quedarse en la calle 30 A y allí descargar los corotos , pues los carros no lograban entrar por lo malo de las vías, el invierno las hacía intransitables para los carros del trasteo, sin embargo todo esfuerzo valió la pena ya que era recompensado por aquella sensación de llegar a casa propia, de tener al fin un lugarcito en el mundo que podría contarse como propio; era la culminación de una de las aspiraciones más sentidas de nuestros padres. Al fin en casa.