miércoles, 10 de junio de 2009

HISTORIA DEL BARRIO NUTIBARA

ESTE TEXTO ES TOMADO DEL LIBRO DE JORGE MARIO ESCOBAR


NUTIBARA

En 1935 sólo existía dentro de los limites mencionados tres pequeños núcleos El Matadero, Tenche y el Manjurrio además de una finca de cierta consideración. En los núcleos de vivienda habitaban unas 400 personas que, a la postre, empezaron a ver crecer sus hijos que deseaban formar sus propios hogares y construir sus respectivas casas.

Algunos trabajadores del municipio, después de muchas luchas, consiguieron que 1937 la Administración Municipal empezara a adjudicar las primeras casas en el barrio Nutibara. Estas tierras eran tan inhóspitas, que a los primero habitantes les toco, poco menos que colonizarlas, pues eran muy similares a las selvas, llenas de plagas, lagunas infecciosas, a tal punto que la fiebre amarilla y el paludismo los atacaban frecuentemente. Carecían de acueducto, alcantarillado y redes de energía eléctrica. La primera manzana que se hizo fue la comprendida entre las calles 31 y la 30 A y las carreras 65 A y 65 B

Con esfuerzo y tenacidad fueron domando la tierra y creciendo poco a poco, y en 1940 unas 1125 personas habitaban en 225 casas ; había ganas de luchar por sobrevivir y en esa lucha surgían esperanzas, deseos de superación, aspiraciones y objetivos claros. Para alcanzar esos objetivos se unieron en un comité cívico. “En agosto de 1942 comenzó a organizarse y a laborar el centro cívico Nutibara. Sus primeros integrantes fueron: Juan López O. (presidente), José María Urquijo (vicepresidente), Elidino Durango R. (tesorero), Adán Ortiz (fiscal), Heriberto Agudelo (secretario), además eran del centro Cívico Carlos Cortés, William Giraldo, Luis Eduardo Calle, Jesús González, Jesús Hernández, Marco Tulio Londoño, Ricardo Mejía y los animaba como amigo Carlos Cañola (Martinete). Igualmente se nombró un comité femenino constituido por damas distinguidas del sector: Matilde Londoño, Rosario Posada, Resfa Restrepo, Esperanza y Filomena Urquijo, Dilia, Ana y Angela Ortíz, Concha de Lotero, Marta Cano, Gabriela Mesa y otras. El lema fue: “HIGIENE, EDUCACIÓN Y RELIGIÓN”. Su objetivo era buscar a toda costa el progreso del barrio, aunando personas, fuerzas vivas, recursos, capital, iniciativas ... Emprendieron sin mora a buscar las mejoras: Agua, luz, alcantarillado, calles, escuelas, iglesia, pavimentación y saneamiento” (1)
Los objetivos que se trazó este comité cívico eran muy claros y entre ellos se destacaban : Construir una capilla para el barrio, construir una escuela para niños y otra para niñas.
En 1943 se inició la construcción de la escuela Pedro Olarte Sañudo para comenzar labores con 4 grupos y 180 niños el 7 de febrero de 1944.
En 1949 inicia labores con 4 grupos la escuela de niñas que años después se llamó escuela Ayacucho.

Entre 1943 y 1951 se llevaron a cabo los tramites y la construcción del templo en un terreno donado por don Domingo Mesa. La construcción se inicio con un proyecto de capilla modesta pero se transformó, después de iniciado, en el monumental y hermoso templo que es hoy en día.

FÁTIMA

Lejos del barrio Nutibara, en otro lugar de la hermosa ciudad de Medellín, se veía nacer una cooperativa de empleados y obreros con la ilusión y la esperanza de conseguir vivienda. En el año de 1948 se funda la Cooperativa Habitaciones OCSA, que significa Organización Católica Social Arquidiocesana, fundada por iniciativa de la curia. Se inició con 35 socios que eran obreros y empleados de varias empresas antioqueñas. Recibió su Personería Jurídica el 4 de junio de 1948.

“La Ocsa inicia labores y su primer objetivo fue conseguir los terrenos para construir y para esa tarea se comisiona al gerente, doctor Gabriel Congote y al padre Enrique Hernández, coordinador de la Curia” (2). Después de mucho buscar encontraron que, en seguida del barrio Nutibara, había uno terreno con una extensión de 28.000 varas cuadradas (unos 19.564 metros cuadrados) de propiedad de doña Gabriela Mesa. Después de explicarle a la señora que los terrenos se destinarían a una obra social, se hizo la negociación a $ 1,92 la vara cuadrada.

Era menester ahora, pensar cómo se iban a financiar la elaboración de los planos y la construcción de la urbanización. Un ingeniero muy allegado a la Curia se ofreció para elaborar los planos en forma gratuita, sólo quedaba entonces, financian la urbanización de los terrenos.

Cuando todo parecía marchar sobre ruedas , apareció la nube gris. Personas influyentes de la sociedad y de la administración, que veían el futuro tan promisorio que tenían estos terrenos, por la cercanía que tenían con Medellín, trataron de convencer a las directivas de la cooperativa para que los cambiaran por otros situados en Santa Margarita. Esas personas aducían que estos terrenos tan buenos servían para construir casas para personas de más altos recursos y por consiguiente, las casas podían ser vendidas con una ganancia más elevada. Como la respuesta del gerente, ante tan desproporcionado cambio, fue negativa, entonces estas personas trataron de influir en el consejo de administración de la cooperativa para que se nombrara un gerente más allegado a la Andi, como la respuesta también fue negativa, ellos nombraron una junta paralela y se desplazaron a Bogotá y ofrecieron esos terrenos al Instituto de Crédito Territorial. que inmediatamente les aceptó la propuesta.

Cuando el doctor Congote se dió cuenta de la maniobra se desplazó a Bogotá con la documentación pertinente y con la autorización de ofrecer otros 120 lotes, diferentes a los destinados para los socios de la Cooperativa, al Instituto, las directivas de éste percatados de la legitimidad del doctor Congote y de la documentación que portaba, compraron esos 120 lotes urbanizados a $ 10 la vara cuadrada. Otra propuesta, que también fue aceptada por el Gerente del Instituto y avalada por el propio presidente de la república General Gustavo Rojas Pinilla, fue la de prestar $ 1’500.000 para la construcción de las casas con la condición de que los socios aceptaran firmar una hipoteca a favor del instituto con un plazo de 20 años.

Después de vencer todos esos obstáculos se llegó a la etapa de construcción para lo cual se abrió una licitación para construir 120 casas en tres tipos que se llamaron A,B y C que tenían en cuenta la capacidad de pago de los socios. A la licitación se presentaron varias firmas y fue ganada por Aedeco, que daba mejores garantías y precios muy ajustados.

Las casas fueron cotizadas de la siguiente forma tipo A $ 12.800; tipo B $10.400; tipo C $8.600. La firma constructora se comprometió a entregar las casas en 18 meses pero un crudo invierno obligó a ampliar el plazo a 24 meses.

Las casas fueron entregadas a sus adjudicatarios en julio de 1955 y casi inmediatamente se iniciaron los trasteos, algunos fuimos muy afortunados y sólo colaboramos llorando para que nos dieran tetero, nos cargaran o nos hicieran dormir, pero a quienes realmente les tocó el trasteo cuentan que debían quedarse en la calle 30 A y allí descargar los corotos , pues los carros no lograban entrar por lo malo de las vías, el invierno las hacía intransitables para los carros del trasteo, sin embargo todo esfuerzo valió la pena ya que era recompensado por aquella sensación de llegar a casa propia, de tener al fin un lugarcito en el mundo que podría contarse como propio; era la culminación de una de las aspiraciones más sentidas de nuestros padres. Al fin en casa.

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